Alejandra Jaskowsky (55), es parte de la historia grande del atletismo local. Su nombre trascendió las fronteras cordobesas y las propias del país. Joven dotada para cualquier disciplina. Conoció los podios en varios idiomas. campeona argentina y latinoamericana en diferentes disciplinas. Caminó sobre incertidumbres. Pasó de ser una estrella del interior hasta hacer modelaje, o por años pintar casas. Jaskowsky les pone paz a sus palabras. El recuerdo de sus trofeos en la calle conmociona. No deja de soñar que le ofrezcan la posibilidad de enseñar atletismo. Su experiencia es muy rica como para que la ciudad la siga manteniendo en el olvido.
Escribe: Miguel Andreis
Me inicié en el 76 con Jabalina, tenía 13 años.
“Me llevaron para velocista. Levanté una piedra pesada y la arrojé, justo me estaba viendo Belkis Fava -una de las mejores corredoras que vi en mi vida-, lo llama al Profe. Guillermo Evans y le comentó. Este vino al día siguiente con
una vieja jabalina. Marqué récord en el primer lanzamiento. Tal vez esto comenzó sin darnos cuenta cuando vivíamos detrás del Sport Club. Con mis hermanos jugábamos a ver quién tiraba más lejos los cascotes”
Recuerda a sus hermanos: “Santiago que falleció en un accidente; Ottón destacado jugador de basquetbol, los mellizos y Ale. También tenía medios hermanos, los Arzeno”
¿Logros?
“Los más trascendentes, tres campeonatos argentinos y sudamericanos en Jabalina y un panamericano en México… Viaje a competir por distintas partes del mundo. Yo trabajaba como guardavidas en Las Rosarinas, iban varios chicos, uno de ellos me dice que no me animaba a correrles en bicicleta. El circuito era en la Costanera. Jugamos una apuesta. Le gané. En la misma estaba uno de los hermanos Abellonio, me llamó: ´chica vení que te preparo una bicicleta”. Alcancé tres campeonatos argentinos, sudamericanos y fui la primera cordobesa en ganar un triatlón internacional realizado en Mar del Plata. No estaba preparada, igualmente logré el objetivo. Me costaba un poco más trotar. En natación y pedaleó andaba bien”
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– “Se pueden tener condiciones naturales, pero sin entrenamiento y convicción los triunfos no vienen solos”
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“Pienso que habría sido de mi vida viviendo en países como Rusia donde le dan mucha importancia al atletismo. El Estado los sostiene”
Cuenta que su abuelo trabajaba con los Zares, era ingeniero pontonero. Trabajó además en la construcción del Dique de Embalse de Río Tercero y en el de Los Molinos. No sin orgullo expresa “hay en Embalse una placa llevando su nombre”
– ¿Qué significó el profesor Evans para vos?
“Como un padre. Todos mis logros están relacionados con él. No se pueden alcanzar objetivos sin gente como esa. Te forma, controla, inculca los métodos. Se me pasó la adolescencia y parte de la juventud casi sin salir a las fiestas de las chicas de mi edad. Había que cuidarse. Son muchas las exigencias. Si pudiera volver el tiempo atrás no sé si haría lo mismo. Hoy me encuentro que más allá de todos los logros, materialmente no tengo nada. Entiendo que es preciso un estado que se encargue de que puedas vivir de lo que hacés”
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– Muestra unos albumes de fotos, adolescencia y juventud, allí se la observa desfilando. Bella de rostro, un cuerpo esbelto, alto, delgado, fibrosa. No todo era competencia, la ingresaron al mundo del modelaje. Se sacaba la ropa de los desfiles e inmediatamente llegaba aquella para los entrenamientos.
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– Una anécdota que la marcó
– “Corría, entre otros, para el Club Banco de Córdoba, que me compró la bicicleta, Campagnolo, italiana. Mi madre estaba muy enferma, tenía que cuidarla por lo que no competí dos meses. Llega hasta mi casa dirigentes del Club Banco. Me piden la bici porque se iba a cambiar la comisión. La entregué. Nunca más me la devolvieron. Villa María no es generosa con los deportistas, habrá excepciones… En general no se encuentra apoyo y si te pueden usar en más de un caso te usan”.
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“También representé a Alumni; a la Asociación de Atletismo… Si hoy tuviese que elegir una disciplina para competir profesionalmente es el ciclismo”
¿No se te ocurrió preparar a otros jóvenes?
“Esa es otra cuestión. O estudiaba o entrenaba ya que el nivel de competencia era exigente. Se me pasó la vida sin poder lograr una carrera, me gustaba veterinaria, o profe de Educación Física. Afortunadamente acumulé al lado de Evans mucha experiencia y conocimiento. Claro que me gustaría volcar todas esas vivencias”.
“Yo vivía sola, mi hermano (Claudio) me ayudaba hasta que un día para otro no lo pudo hacer más. habían fallecido mis padres. Teníamos una profunda amistad con el matrimonio de Juan Carlos Bianciotti y Marta Ferrero. Me invitaron a vivir con ellos. Estuve 12 años con la pareja. Hace seis que pude volver a alquilar e independizarme”
¿Trabajo?
“No me da vergüenza decirlo, durante años pinté casas. Era un sueldo. Tanto Carlos como Marta fueron grandes pilares en mi vida”
¿Nunca más deportes?
“Sí, Marta me llevó a jugar al paddle, ni idea, al mes ya habíamos ganado un campeonato juntas. Me apareció un problema en una pierna por lo que tuve que dejar. También jugué en la AFUCO como arquera… Ahora trabajo en una productora de maní con chocolate”
– Te tocó una época de gente talentosa en la ciudad, allá por los 70 u 80…
“Así es. Murió Evans y se fue muriendo todo. Hubo gente que lo intentó, pero fracasó o al menos no consiguió el esplendor de otras épocas”.
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– Es de suponer muchos trofeos… ¿Los guardás?
Se le nota la voz entrecortada “Al mudarme con la pareja amiga no tenía lugar dónde ponerlos. Vivía al frente del Club Alem. Saqué una caja grande a la vereda con más de 200 copas, trofeos, medallas. La gente pasaba y los iba levantando… Esa imagen nunca se me borró… se estaban llevando retazos de una vida maravillosa para mí. Los había logrado en una época maravillosa. Allí se iban los sueños de la mejor etapa de mi existencia”
Cierra las remembranzas con un “agradecimiento a amigos y amigas incondicionales, Marta Ferrero que ya no está más con nosotros y a Liz Pomodoro que me salvó la vida…”