Ya pasaron más de treinta años que se fue de las canchas de fútbol. Los que hoy son pibes no lo vieron jugar, pero saben de él, por sus padres y fundamentalmente por la memoria de sus abuelos, a los que se les encienden los ojos y se les iluminan las pupilas cuando escuchan su identidad: MIGUEL ANGEL LUDUEÑA.
Detrás de ese nombre llega, inmediamente una palabra breve, de apenas cinco letras (una vocal y las demás todas consonantes), que en el fútbol lo resume todo: CRACK.
Justo cinco letras, como el puesto (5) que ocupó en su trayectoria profesional de una década en el fútbol profesional.
Para muchos fue un 5 excepcional, porque antes había sido 10 y de los exquisitos, de los fieles protectores de la pelota.
Quizá desde entonces o de mucho antes, cuando la pobreza pegaba duro, es que aprendió a cuidar lo que era suyo, lo que merecía y lo que le costaba conseguir.
Ya en nuestras canchas parecia que el aire girara a su alrededor y que debajo de su camiseta ocultaba manuales de geografía y de geometría en los que se apoyaba para decidir lo justo en el momento preciso. Ni antes ni después.
Nació futbolísticamente en Central Argentino, el club de su barrio, después lo disfrutaron Alumni, Alem y los Seleccionados de la Liga Villamariense de Fútbol y el resto…una historia que vale rememorar en primera persona, a través de su relato.
-¿Cómo va la vida querido Miguel?
-Tratando que transcurra tranquila, lo más tranquila posible. Sin estridencias, con un perfil bajo, como siempre. Sin ruido, tratando de pasar desapercibido. Sin forzar nada. Ya no puedo trabajar a pleno en lo que me gusta, en el fútbol, entonces descanso como nunca pude hacerlo antes y miro partidos, todos los que pueda.
-¿Y qué ve?
-Que siguen surgiendo buenos jugadores y que aunque el juego no cambie, sí hay cuestiones que se han ido modificando.
-¿Cuáles, por ejemplo?
-El dinero que ganan los futbolistas, la edad hasta la que pueden jugar algunos de ellos. Hoy el futbolista gana mucho más que hace tres décadas y puede extender su carrera algunos años, aunque todo depende de su cuidado, de su alimentación, de las lesiones y de varias circunstancias más.
-¿Cuándo se refiere a lo que quedó atrás extraña algo, existen nostalgias acumuladas?
-No extraño nada y soy un agradecido, en todo sentido. A mi el fútbol me dio todo. Fui campeón con Racing y con Independiente, no jugué en River y Boca porque en el momento que aparecieron no los elegí. Y en mi carrera hubo varios clubes más. Si querés hacemos un repaso…
-De acuerdo, cuando quiera, pero antes, como fue eso que no eligió a River y Boca. ¿En qué momento fue, después de Racing?
-¿Te acordás que en el Canal 2 (Villa María) una noche vos y Raúl José me hicieron poner una camiseta de Boca?
-¡Qué memoria Miguel! Si, claro, como olvidarlo…Pero cuente, lo escucho….
-En Independiente estaba Pedro Iso como presidente, en Boca mandaban Antonio Alegre y Carlos Heller y en River Hugo Santilli. Yo era el dueño de mi pase, me reuní con dirigentes de Boca, River e Independiente y después de hablar con Heller, Iso y un dirigente de River me decidí por Independiente.
-¿Qué fue lo que inclinó la decisión?
-El dinero. Independiente me ofreció el doble de lo que querían pagar Boca y River. Heller en el banco en el que estaba por entonces (Credicoop) me decía, mirá que vas a jugar en Boca, ¿sabés lo que eso significa? Y tuvo como respuesta, ofrecé más que Independiente y voy.
-¿Nunca tuvo representante?
-Jamás…cada uno de los contratos los arreglé yo, personalmente con el dirigente que designaba el club que quería contratarme.
-¿Eso lo benefició o le causó inconvenientes con alguna dirigencia?
-No faltó quien saliera a decir que era conflictivo, pero fueron aquellos a los que no les gustaba que reclamara lo que era mío, lo que que quería ganar o lo que ya había ganado y buscaba cobrar. Hoy con el paso de los años estoy orgulloso de haberme manejado de esa manera. Incluso después de dejar el fútbol y de dedicarme a la representación de futbolistas.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-Buena, porque ya tenía un recorrido como jugador, conocía casi todo en el ambiente. Quienes eran confiables, quieran eran los peligrosos y de quien te tenías que cuidar y dejar todo documentado.
-¿Nunca le pidieron que dejara un vuelto, alguna comisión para firmar en determinado club o resignar el 15% de una transferencia?
-Nunca. Y si alguien se atrevió a insinuarme algo cuando ya era representante de jugadores creo que se arrepintió en el acto. A mi nadie me sacó un peso de lo que me correspondía, y tampoco lo permití con los jugadores que representé.
-¿Quiénes fueron los mejores dirigentes que conoció en su carrera?
-Dos son de aquí: Daniel Esper y “Lalo” Rodríguez y Juan Bautista Valentinuzzi (presidente de Belgrano de Córdoba). ¿Tenés tiempo, te cuento una anécdota con Daniel y el “Lalo”?
Yo jugaba en Alumni, el equipo lo dirigía el Zurdo López e íbamos a enfrentar a Estudiantes en Río Cuarto. Les había avisado a ambos que si antes no me compraban una cocina y un televisor no jugaba. Llegó el día y como la promesa no estaba cumplida, les dije que no subiría al colectivo. Daniel (Esper) salió desesperado a comprar una cocina y el Lalo un televisor. Aparecieron con esos artículos, entonces les dije que viajaría. Antes de subir al ómnibus les comenté que era para la casa (mi primera casa con dinero del fútbol) que había construido en barrio San Martín, en la que todavía no tenía ni gas ni luz. Se querían morir. Nos hiciste correr toda una mañana para comprar la cocina y el televisor y no lo podés usar. A los pocos días ya tenía energía y también podía usar la cocina (garrafa). Tengo el mejor recuerdo hacia ellos y al Lalo le había prometido la medalla original ganada en la Supercopa 1988 con Racing. El ya no estaba en esta vida, pero hace unos meses se la traje a su hijo (Tati). Ese era y ese soy yo.
-¿Qué decía Pedro Marchetta cuando se refería a los dirigentes?
-Un fenómeno Pedro. Cuando veía venir a algún dirigente de saco, buen peinado y con zapatos bien lustrados, por lo bajo decía, este la única vez que se puso pantalones cortos fue cuando se metió a la pileta. Una ocurrencia tras otra. El mejor que tuve junto con el “Coco” Basile. Esos dos no necesitaban psicólogos en el plantel. Ellos no sólo sabían de fútbol, sino que apenas te veían te encaraban con un contame que te pasa, sabían o intuían todo.
Una vez le comunicó al plantel (les iba hablando uno por uno) que quería lo mejor de Rubén Paz. Le dijimos, más todavía de lo que viene jugando si es un fenómeno…sí, siiii, un poco más…..si lo consigue seremos campeones. Entonces lo encaró delante de todos y le dijo que no lo veía bien, que quería algo más de él, que podía jugar más todavía…todos los demás sabíamos lo que iba a decirle…le dio tanta manija que lo infló anímicamente, la rompió en los partidos que faltaban y fuimos campeones.
-¿Cómo es eso que sostiene que en la actualidad hay tres clases de hinchas?
-Sí, exacto. Los que viven del club, los que van a la cancha a alentar y los socios que quieren al club durante toda su vida y hacen socios a los hijos, a los nietos. Están muy definidos los roles de cada uno.
-¿Los barras bravas le pidieron alguna vez dinero para solventar sus viajes o “sus gastos”?
-Apenas llegué a Independiente me encaró Pedro Monzón, diciéndome que había que poner plata para que los muchachos viajaran y que si no lo hacía me iban a insultar desde la tribuna. Era bravo el “Moncho” y mi respuesta fue contundente: con la mía no, yo no banco a nadie…y nadie me insultó y fui titular toda la temporada.
-¿En las inferiores de Central Argentino por cuantos puestos pasó? porque hay varias versiones al respecto.
-Por casi todos, menos de arquero y de 7 (wing o extremo). Con don Rosignoli en un partido hasta jugué de 3 (lateral izquierdo). A mi no me importaba, yo sólo quería jugar.
-Cuando llega a primera división se forma la famosa dupla Miguel Ludueña – Fernando Alba…
-Sí, de la que todos ustedes hablan, pero fue efímera, no duró mucho tiempo, porque me fui a Alumni, también a Alem y luego a Belgrano. También jugué en los seleccionados de la Liga, qué jugadores que había por favor. Te nombro a algunos, para que veas que me acuerdo de todos, los Fernández, Carlitos Navarro, Cechini y el “Pachi” Martina en Colón; Caporgno en Rivadavia; Coronda, Pelliza y Levis Schiavi en Yrigoyen de Tío Pujio; Pipío Martínez, Schibli, Etrat y Saire en Alem…y podría seguir mencionando a muchos más…
-Cuando llega a Belgrano se encuentra con Victorio Nicolás Cocco y él lo ubica de 5.
-Es el que me encuentra el lugar en la cancha. Desde entonces siempre fui 5 hasta mi retiro.
-Nunca hablamos de aquél partido en el que Alumni interrumpió un largo invicto de Belgrano en la Plaza Ocampo y de lo que sucedió después en el Sport con algunos encontronazos entre jugadores y el entrenador.
-Jajajajaja (cosas internas de plantel, de vestuario diría), pero ya pasaron varios años y trascendieron los nombres de la discusión entre Cocco (Victorio Nicolás) y el Negro Ramos (Juan Manuel) que estaba muy caliente por la derrota (2-1) y gritó algo así como cag…..perdimos por culpa de ustedes. La respuesta fue inmediata: ¡a vos te hacen el gol y la culpa la tenemos nosotros! Reaccionamos varios y la ligó Cocco que se metió en el medio. Nada grave, lo que pasó fue que en ese momento eso hizo mucho ruido…
-Después de Belgrano llega lo mejor para su carrera…
-Y viene Talleres (antes un Nacional con Unión San Vicente), un paso por Rosario Central, el retorno a Belgrano en mi segunda etapa y de allí a Racing y luego a Independiente para terminar en Platense. Cuando llego a Racing aparecen los títulos, los mejores contratos, la repercusión a través de la prensa de Buenos Aires y la posibilidad de llegar a la Selección.
-Jugó con varios números 10 de enorme calidad…
-Uff…uno mejor que otro. Anotá: Chaparro, Martelotto, Julio César “La Chacha” Villagra, Rubén Paz, Colombatti, Bochini, Valencia, Borghi, el Negro Palma.
-¿Y el mejor de todos cuál fue?
-Bochini, el futbolista de creación más impresionante de los que me tocó jugar. Lo sabía todo. Y estaba adelantado al resto, a los defensores rivales y a los propios compañeros. Está claro que hubo jugadores más habilidosos que el “Bocha”, pero al mejor hay que medirlo con dos parámetros.
-¿Cuáles?
-Su inteligencia y los goleadores de su equipo.
-¿Cómo es esto último?
-Bochini convirtió en goleadores a todos los delanteros de Independiente, Bertoni, Outes, Alfaro Moreno, Barberón, Percudani…
Es el mayor ídolo de la historia de Independiente y de los consagrados el único que vistió la camiseta de un solo club. El debería ser el presidente del club, acompañado por Bertoni.
Dicen que no quiere saber nada, pero tendría que serlo. No tengo dudas que ahí también sería mejor que muchos, por su inteligencia. Hay que incitarlo a que se decida. Se animaron Riquelme (Boca), Artime (Belgrano), Verón (Estudiantes), Belloso (Rosario Central), Passarella (River), Babington (Huracán) y estoy seguro que Gallardo dentro de poco tiempo también lo será.
-Hablando de goleadores, nombre a algunos…
-Al mejor que ví. El “Toti” Iglesias, hacía goles de todas maneras. Tremendo en el área. Se la tirabas y sabías que iba adentro y que el rival tenía que sacar del medio.
-Hace tiempo leía una discusión dialéctica entre Angel Cappa y Jorge Valdano sobre si al fútbol se jugaba con la cabeza o con los pies. ¿Cuál es su pensamiento sobre esto?
-Ninguna duda, con la cabeza. Allí comienza todo, las piernas son una herramienta, que intenta ejecutar lo mejor posible lo que antes nació desde la interpretación mental.
Pregunto: en el ajedrez, por ejemplo, quien manda, la cabeza o las manos (jajajaja).
-¿Un recorrido largo en la Selección Argentina fue algo pendiente en su carrera?
-Quizás. Es probable, pero no se dieron las circunstancias. Mi mejor momento fue en los años 88 y 89 y en ese momento la Selección era dirigida por Bilardo y difícilmente iba a llevar al Mundial de Italia a un futbolista de mis características. El buscaba otra clase de volantes centrales. Y después con Basile ya tenía 33 años cuando me lleva a ese partido con Brasil en cancha de Vélez (3-3). Jugué medio tiempo y representó una gran satisfacción. La Selección Argentina es para pocos, muy pocos.
-Está viviendo en Córdoba. ¿Viene seguido a Villa María?
-Cada vez que puedo, aquí tengo dos de mis hijos, también están los amigos de la infancia, adolescencia y mis primeros años de juventud.
-¿Se junta con ellos?
-Poco, pero porque no soy de salir demasiado. Prefiero quedarme en mi casa, viendo fútbol.
-¿Es cierto que le ofrecieron trabajar en el fútbol local?
-Sí, cuatro veces creo que fueron. Pero no puedo y tampoco debo. Quiero descansar. Además, le voy a ser sincero, no conozco a los dirigentes actuales y yo prefiero hablar o relacionarme con los que estuvieron antes, cuando era un pibe.
-Pero de esos ya quedan pocos…
-(Se ríe….) Es cierto, olvidaba que ya estamos todos grandes. De aquellos amigos están Pelusa (Machado) y el Negro Alba, por ejemplo. Con Pelusa hablamos mucho y seguido.
-¿De quienes aprendió en el fútbol?
-No vaya a creer que de tantos…Siempre fui un solitario, cuando todos salían yo me quedaba porque quería llegar al fútbol profesional. Y llegué, tarde, pero llegué, tenía 23 años cuando aparecí en Belgrano y me retiré a los 33, es decir que mi carrera en el profesionalismo no fue tan extensa: diez años…hoy si te cuidás podés jugar casi 20 años. Debutás a los 16, 17 y te retirás a los 36 y 37…está demostrado que se puede, hay ejemplos, aunque no sobran. Para eso tenés que ser un crack y respaldar tu talento con una buena conducta.
-Usted las tenía, reunía ambas cualidades…
-(Vuelve a reirse). Crack no sé, buen jugador digamos que sí, sino no hubiese llegado ni me hubiese mantenido. Ahora lo que se dice conducta, ni lo duden, me cuidé muchísimo y me sigo cuidando.
-¿En que consistía y en qué consiste aún ese cuidado?
-Nunca tomé alcohol, no lo hago tampoco hoy. Alguna vez tomé gaseosas y hoy no lo hago porque no es saludable. No fumo, tomo agua. Cuando jugaba aquí alguna vez fui a una confitería, Templo creo que se llamaba, y estaba en un subsuelo, era en los tiempos que se podía fumar. El humo que había allí era insoportable. Estuve 10 minutos, creo que ni alcancé a tomar una gaseosa y me fui. Yo quería triunfar y las salidas y la noche podían desviarme de lo que pretendía para mi vida. Mi infancia fue muy pobre, con muchas necesidades, y el fútbol podía darme una vida diferente.
-Y cuando llegó a Belgrano y en su paso por el resto de los clubes se siguió cuidando…
-Tanto o más que antes. Cuando yo tenía 26 o 27 años lo miraba a Luis Galván que cenaba muy liviano, tomaba agua, su postre elegido era queso y dulce de membrillo y finalmente un té. Por ese cuidado y por sus enormes condiciones fue campeón del mundo y jugó hasta casi los 39 años. Yo lo miraba y pensaba, tengo que actuar como él…y así fue.
Otro que me dejó cosas, aunque en realidad vino a reafirmar o rebustecer pensamientos o un accionar que yo ya tenía incorporado: dinero que agarres es tierra y ladrillos me dijo la Pepona (Reinaldi). Y así lo hizo.
-¿Es real que cuando todos salían en los tiempos permitidos ya dentro del profesionalismo usted se quedaba estudiando?
-¿Cómo lo sabe?
-Los periodistas sabemos cosas que los futbolistas no se imaginan, siempre hay alguien a quien consultar, un compañero, el canchero del club, un técnico, un vecino, un mozo, un taxista, el de puesto de diarios y revistas…
-(Se ríe con ganas) Es cierto, entre los días que me quedaba sin salir o durante las concentraciones, que en los mejores años de Racing e Independiente eran constantes, aprendí portugués, inglés e italiano, no para dar una conferencia, pero sí para defenderme en un diálogo…
-Recién como al pasar me pareció que me dijo que Scaloni debió irse después de ser campeón del mundo…
-Sí, eso le dije y estoy convencido que así debe ser. Entiendo que muchas veces que quedarse significa un mejor contrato, quizás el mejor de sus vidas, pero se pone en juego todo lo conseguido. Y los ejemplos a ese nivel están claros: ni Menotti ni Bilardo pudieron repetir. Se genera un compromiso con algunos jugadores y hay decisiones que son incómodas de tomar. Por eso lo mejor es irse. Se lo comentaba hace unas horas a Fabio Costas, el hermano de Gustavo. Ya está, fue campeón de la Sudamericana, te tenés que ir antes que te “vayan”.
-¿Por qué usted se fue temprano del fútbol, a los 33 años y con ese cuidado tenía combustible para seguir ya que estaba intacto?
-No todos pensaban lo mismo por entonces. Me fui un domingo cuando desde la tribuna de Platense alguien me gritó Ludueña dejá de robar. Llegué al vestuario, armé el bolso y le dije adiós al fútbol antes que el fútbol me dejara. Yo tomé la decisión del retiro casi sin pensarlo, por un grito de tribuna que me obligó a pensar.
-¿Y no se arrepintió? ¿Son dolorosos los días posteriores?
-En algunos casos sí y muchos se animan a decirlo. Yo pude vivir sin jugar, pero seguí relacionado con la pelota a través de mi representación de jugadores. Llevé la pelota de la cancha al escritorio…
-Y ahí los dirigentes se encontraron con un Miguel Angel Ludueña inflexible.
-Como era cuando jugaba, como soy ahora, como lo fui siempre. Lo que es mío es mío, ningún dirigente se quedó con dinero que le correspondía a alguno de mis jugadores.
-¿Qué hizo con la primera plata grande que cobró en el fútbol?
-Fue en Independiente, bajo la presidencia de Pedro Iso. Y la invertí en propiedades. Una de ellas está aquí cerca (a media cuadra, en Bulevar Alvear antes de llegar a Santiago del Estero). Allí fueron a vivir mi madre, mis hermanos y mis hijos.
-No hablamos del ACV que lo afectó en 2018…la pasó mal.
-Fue duro, pero ya estoy bien. Recuperando casi todo, el habla, la motricidad. Me ayudó mucho aquello que mencionábamos antes, el cuidado personal. Corazón, hígado, páncreas todo está fenómeno, casi cero kilómetro. Mirá como puedo mover las piernas (las lleva casi hasta el pecho). Lo que pasa es que me caí un par de veces y prefiero no arriesgar, por eso elijo la silla en algunas horas del día. ¿La memoria está bien, no? O querés más recuerdos (vuelve a reirse con ganas). Sabés no me gustan las notas, ni las fotos, pero accedo porque te conozco de pibe y sé quien sos. Uno cuando se vuelve grande también aprende a desconfiar y en este caso ves, me siento tranquilo, relajado y con ganas de hablar.
Prolijo, elegante, un angel guardián de la pelota. Jugaba en puntas de pie, parecía un crack brasileño de aquellos de la década del 70-80, aunque haya nacido en la Villa, a pocas cuadras de un río que lo vio crecer. El “Gordo” no necesitaba gritar para que la pelota lo buscara. Ella viajaba por toda la cancha y cuando llegaba a sus pies siempre lo encontraba bien ubicado. El pase siguiente, a no dudarlo, estaba asegurado.
Fue dentro de una cancha y sigue siéndolo fuera del verde césped, un estupendo administrador de aceleraciones y regulaciones, profundidades y distracciones, contundencia y energía.
El fútbol es, entre tantas sensaciones, una memoria popular y entrañable. Miguel Angel Ludueña es, sin que lo desviva el bronce de una estatua, uno de nuestros próceres.
La historia es una lucha permanente de la memoria contra el olvido. Eso merecen Miguel Angel Ludueña y sus sueños tranquilos: toda la memoria y nada de olvido.